Destinos
Por Wilfredo E. Lugo
Escrito algún día de 1994
Copyrigth@1998

        Eran las seis de la mañana un nuevo día comenzando, el gallo haciendo su alerta imponente de que el día estaba en su origen.  Se veía una figura en el río,  José buscaba el agua del día.  Entre las verdes yerbas mojadas por el rocío José caminaba descalzo aún soñoliento.  Llega a su casa con el agua y ve a su padre mocho en mano.  Su padre se toma lo que quedaba de su café lo besa y le dice que se porte bien y lugo se va con los jornaleros que pasaban por el camino.  José se quedo sentado en el batey observando hasta que se desvaneció en la lejanía como una estrella en el amanecer.

        José sentía lástima de su padre, sabía que estaba enfermo y tenía que trabajar demasiado, pero era la única forma que traer algunos centavos a la casa.  Su madre tampoco estaba muy bien de salud pero ésta fingía para no preocupar más a su esposo.  Ya que eran muy pobres y no había dinero para gastar en enfermedades.

        José se pone su ropa aun humedecida, ya que era la única que tenía y había que lavarla todos los días.  Toma su desayuno, besa a su madre y se marcha hacia la escuela.  Su madre se queda en el balcón con una sonrisa a medias y una lagrima saliendo de sus ojos, mientras José contento decía adios.  Su madre sabía que José era muy inteligente y que en la escuela tendría un buen porvenir,  pero su esposo le había hablado en varias ocasiones de que hacía falta más dinero en la casa y José ya era casi un hombre.  Su madre quería que el siguiera estudiando pero sabía que su esposo tenía razón y despues de todo ya sabía leer y escribir y eso era lo importante en aquellos tiempos.

        José tenía doce años y estaba en sexto grado de escuela primaria.  Era el mejor de su clase y muy pronto se iría a una escuela secundaria con muy altas calificaciones.  José era el único de su clase que era pobre, generalmente los niños pobres no pasaban de primer grado.  Era el único que no tenía zapatos, con camisa rota, pero eso si, siempre limpio.  Los demas chicos se burlaban de él y nunca le hablaban.  En al hora del recreo José saca su puequeño pedazo de pan para comer mientras que los otros chicos le enseñaban sus galletas y dulces para amargarlo, pero José los ignoraba y esto les molestaba más.  Pero en el salón de clases todo era diferente.  José siempre estaba dispuesto a contestar preguntas que solo él sabía la respuesta.  Mientras que los demás se quedaban callados ajenos a lo que se hablaba en la clase ya que no les hacía falta pues tenían lo que querían.

        Al llegar Jose ve su casa repleta de personas.  Con un presentimiento nunca antes sentido, Jose corre hacia adentro y se abre paso entre la multitud.  Al llegar a la unica habitacion de la casa ve a su padre acostado en una hamaca y a su madre llorando desconsolada a su lado.  Alrededor varias miradas observan a José con un toque de lástima.  Su madre ve a Jose y lo abraza fuertemente.  José confundido no sabía aún que pasaba ni sabía que pensar .

        Su padre se encontraba laborando en la pieza de caña, cuando de repente cayó al suelo sin saber nadie por que.  Una vez hacía mucho tiempo un doctor de campo le había dicho que tenía que tener cuidado con su corazón.  Pero que se podía hacer, trabajar o morir de hambre.  El constante trabajo, sus problemas económicos, la mala nutrición y sobre todo el cansancio de vivir acabaron con el.

        José comprendiendo luego lo pasado, solo pudo abrasar el cuerpo de su padre y soltar una lagrima pequeña.  José sabía que iba a pasar tarde o temprano.  Sabía que el momento iba a llegar.

        Pasaron algunos días, entre los vacinos y familiares ayudaron a pagar el entierro.  Durante estos días José estuvo ausente de la escuela. Se levantaba temprano y se iba hacia la finca y no llegaba hasta entrada la noche.  Su madre nada le decía ya que sabia, por unos vecinos, que se la pasaba en el riachuelo llorando.  Este lugar era su guarida desde José pequeño.
 
        Una noche José llega a su casa silenciosamente y escuchó a su madre hablando con una vecina diciéndole que tenía que buscar trabajo en la finca para poder mantener a José.  José estuvo pensando toda la noche en lo que su madre había dicho.  Al amanecer José se levanta mira el mocho de su padre en una esquina.  Lo toma y se dirige hacia el batey.  De repente una voz le pregunta ¿A donde vas?. José mira un instante hacia atrás y ve a su madre en el balcón.  Aún obscuro y con la yerba mojada por el rocío José contesta a trabajar.